martes, 22 de septiembre de 2009

DON JUAN


Después de varios años realizando dramaturgias de textos contemporáneos, desde la dirección de Teatro Tarumba se planteó la posibilidad de llevar a cabo la puesta en escena de una obra clásica, aprovechando la experiencia que los integrantes del grupo habían adquirido a lo largo de su asistencia durante dos años consecutivos al Festival de Teatro Clásico de Almagro. El decantarnos por la figura de Don Juan fue producto de la necesidad de apasionar al elenco con una figura potente, que conectase con su juventud, que simbolizase plenamente esa fuerza rebelde capaz de quebrantar todas las normas establecidas para dar rienda suelta a su voluntad. Y es precisamente esa característica del mito la que hemos primado en nuestra versión, que parte del texto de Molière para enriquecerse con las diversas aportaciones realizadas por autores como Zorrilla, Albert Camus, Montherlant, Dietrich Grabbe, Lord Byron o Pushkin. La dramaturgia bebe también de fuentes literarias más contemporáneas, estando influenciada por los textos de Rodrigo García o la tristemente fallecida Sarah Kane.

TEMAS DE LA OBRA

Jercy Grotowski afirma, en su libro “Hacia un teatro pobre”, que la única manera contemporánea de revisar un mito es confrontarnos con él, y basándonos en esa premisa hemos construido nuestro espectáculo, una obra que no trata tanto de “contar” la historia de las tropelías y posterior caída de Don Juan, sino de enfrentarnos, desde nuestra visión actual de las cosas, con ese mito. No pretendemos realizar una crítica del mismo, sino plantear al espectador la posibilidad de que en el mundo actual exista un hombre con la capacidad de ser fiel a su nombre, a su esencia, a sus planteamientos éticos y estéticos hasta el final, sin arrepentirse jamás de sus actos. Un hombre que vive apasionadamente, en un presente perpetuo, sin plantearse en absoluto el futuro ni recordar el pasado. ¿Qué queda de Don Juan hoy en día? ¿Tiene algo de positivo el Mito? ¿Cómo ha ido cambiando a lo largo de las diversas épocas?

EL ESTILO

Los actores van llegando, poco a poco, al escenario. Ocupan sus puestos, se saludan con sus nombres reales. Son jóvenes que van a interpretar un papel. No son “los personajes”, sino “actores que hacen un papel”. Este inicio marcará las diversas propuestas escénicas del montaje, en el que los actores pasarán de interpretar su papel a analizar la obra que ellos mismos están realizando, utilizando para ello mecanismos propios del “distanciamiento” brechtiano. En cuanto a la estética, y en nuestro afán por equilibrar fondo y forma, decidimos que todo el montaje presentase una estética puramente punk, de modo que ese afán de libertad y voluntad de poder de Don Juan conectase con la rebeldía juvenil anti-sistema iniciada a finales de los años 70 en Inglaterra. La obra tiene el ritmo trepidante propio de ese estilo musical, para lo cual utilizamos música en directo (batería, guitarra eléctrica, guitarra acústica y violoncelo) y una puesta en escena dinámica, con juegos escénicos constantes y rápidos cambios de escenografía (que consta de dos andamios provistos de ruedas).

SINOPSIS

Nuestra historia comienza cuando Doña Inés encuentra a Don Juan después de haberlo buscado durante días, ya que, una vez éste consiguió sus favores, desapareció sin dejar rastro. Doña Inés, lejos de ser la “mujer virginal y desprotegida” de las obras clásicas –sobre todo la de Zorrilla-, se convierte en nuestra versión en una mujer moderna, fuerte y capaz de enfrentarse a Don Juan –quizás, el único personaje que puede-. El encuentro acaba con la promesa de ella de vengar el desprecio que éste le ha causado. Don Juan no se preocupa por ello, y continúa su vida, que se centra en el acercamiento a una nueva mujer que ha llenado de nuevo su corazón. La venganza no tardará en llevarse a cabo, de la mano de los hermanos de Doña Inés y de la estatua de su padre difunto. Don Juan tendrá la oportunidad de arrepentirse, en el último momento, y olvidarse de lo que él es para abrazar los lazos de la tradición y el estatismo. En nuestra versión, decidimos que Don Juan merecía un final feliz, y éste no pasa precisamente por el arrepentimiento, sino por ser fiel a sus convicciones hasta el final –aunque éstas fuesen equivocadas, o, al menos, sumamente heterodoxas-.

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